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Rasgo: verborrea

Desde el día que nací he tenido una urgente necesidad de comunicarme, alto y claro. Esto lo sé porque mi mamá siempre cuenta que esa mañana del martes 24 de junio, en la sala de maternidad del hospital Nicolás A. Solano, el llanto que más estremecía, de todos los niños que nacieron ese día, era el mío.

Para mí, expresarme por medio de palabras va más allá de comunicar algo, es como les menciono: una necesidad. Una necesidad imperante de expresar mis sentimientos, miedos, sensaciones y sueños. Mucha gente no entiende que todos tenemos formas distintas de expresarnos, algunos usan más su cuerpo, otros usan más sus expresiones faciales, algunos la música y otras expresiones artísticas, y otros como yo, nos expresamos por medio de la palabra.

Hablar y escribir para mí es como respirar, no puedo parar de pensar y a la vez hablar lo que pienso o siento. Es para muchas personas un poco incómodo, porque el silencio es muy escaso por estos días, y por ende valorado y apreciado. Pero es algo que no puedo evitar. Las veces que callo es porque estoy muy triste o preocupada, o simplemente porque me di cuenta que con quien hablo está algo harto de mi tono de voz o de las payasadas que pueda estar diciendo en ese momento.

A veces hablo con tanta rapidez, que pareciera que no tiene sentido lo que digo, y es que mis pensamientos van más rápido que mi lengua. A veces me siento como paciente psiquiátrica en pleno ataque de verborrea. Cuando no puedo hablar de alguna cosa, como ocurre en este momento que quiero hablar sobre lo mucho que hablo, entonces escribo como lo hago ahora.

“Hurt people hurt people”  

Esto lo leí hace un par de años y me pareció altamente acertado. La gente herida hiere a los demás.

Pienso que todos estamos, en mayor o menor medida, jodidos, emocionalmente hablando. Nos toca lidiar con nuestros monstruos para poder ser lo más funcionales y no andar poniendo a otros a cargar con nuestro equipaje emocional. En mi caso ha sido un largo camino de aceptación y entendimiento, que aún no termina,  en el que muchas personas me han ayudado a darme cuenta quién soy más allá de la propia imagen que tenga.

Yo puedo entender cuando alguien hace algún mal “sin querer”, porque, pues, muchas veces no contamos con las herramientas necesarias para poder filtrar cosas que decimos o hacemos en momentos de enojo o frustración, y porque además lo he hecho y he estado en ese lugar. Lo ideal es aceptar que se hirió, pedir disculpas, esperar lo mejor o aceptar lo peor, y seguir adelante. No todo el mundo tiene que soportarte, ni todo el mundo tiene que disculparte.

Es necesario que busquemos siempre un balance en nuestra vida, en todos los aspectos. Hay cosas con las que no nacemos, pero no por eso no se pueden aprender. En la medida que queramos a alguien, que nos importe su bienestar, podemos mejorar la forma en la que nos comunicamos y manifestamos nuestras emociones. Y lo mismo con la relación con nosotros mismos, porque la persona más importante en tu vida debes ser tú. Si no estás bien contigo, no estás bien con nada ni con nadie.

Siempre he sentido que aprendo más de mí en mis relaciones con los demás, ya sean románticas, familiares o de amistad. Pero esa soy yo, hay gente que puede llegar a conocerse mejor siendo algo más solitarios, y siendo mucho más introspectivos. De la forma que sea, el conocerte a ti mismo es lo que te dará las herramientas, no para “ser mejor”, sino para que logres explorar todo tu potencial.

No quiero sonar a libro de auto-ayuda, porque personalmente soy de las que piensa que son como una curita puesta en una herida que requiere sutura, un placebo inútil que no logra efectos permanentes. Pero sí siento la necesidad de mandar un mensaje, llamémosle un pequeño rayo de lucidez, o de locura.

Espero que a alguien le sirvan estas palabras, al menos haber sembrado la semilla de la curiosidad en conocerse mejor y aprender a ser más efectivos a la hora de transmitir nuestras emociones, sensaciones, sentimientos y deseos. Es lindo conocerse, saber y aceptar nuestros errores y buscar la manera de enmendarlos, porque el no sanar puede significar herir a los demás.

Resoluciones

No soy de esas personas que se ponen a hacer una lista de cosas pendientes para procurar hacer durante el año nuevo.

Antes de ahondar en el tema, ¿qué es una resolución? Se supone que para efectos de estas famosas listas vendría siendo el tener la determinación para realizar algo. Son muy pocas cosas en mi vida las que he planeado, y como resultado de eso me he perdido de terminar o hacer algunas cosas que siempre quise, pero también he tenido la oportunidad de apreciar y valorar ciertas otras que he aprendido “a los golpes” o “a la brava” y que me han servido de mucho en la vida. Me gusta verlo como cosas que yo estaba destinada a vivir.

Además está eso de que no me gusta contarle a todo el mundo mis planes o proyectos, porque aunque usted no lo crea, hay gente que no es que lo quiera ver mal a uno, pero tampoco les gusta verlo a uno bien, y si hay algo en lo que creo es en la energía, y hay gente que hasta sin querer anda esparciendo de la mala por doquier.

Continuando con lo de las resoluciones, pues la primera definición que tuve de esa palabra fue la de la claridad que tiene una imagen, por eso de que mi papá es diseñador gráfico. Y poniéndome metafórica, tendría que decir que si he de tener una resolución para este 2015 sería procurar ver todo, además de “con luces largas”, también con la mejor resolución.
Es difícil controlar las emociones y sentimientos, ver la imagen como es y no como queremos que sea. También requiere ingenio ponerle un filtro de colores a las situaciones gris oscuro, pero soy de las que cree firmemente en buscarle el lado luminoso a cuanta cosa nos pase. Al final no somos las situaciones que enfrentamos sino cómo decidimos hacerle frente.

Tengamos o no tradiciones, es siempre bueno aprovechar la energía que hay en esta época para iniciar nuevos proyectos o hábitos. Mis deseos son que todos saquen provecho de este 2015, y que se dediquen a ser sinceramente felices.

¡Feliz, feliz 2015!

La Era del ‘Booty’

Acabo de terminar de leer un artículo sobre el daño que puede producir el fetichizar el trasero femenino, cualquiera de sus partes, o algún tipo (forma) de cuerpo en específico. Aunque el artículo está lleno de muchas verdades, me parece algo pretencioso afirmar que porque ahora los traseros grandes parecen estar más de moda que nunca, esto representa un peligro para las mujeres. Y no es que no lo represente, sólo que las rinoplastias y los aumentos de mamas son mucho más comunes que los implantes de glúteos, y desde donde yo estoy, se promueven más los squats que el silicón. Porque no conozco a nadie que diga que unas nalgas rellenas de silicón le parezcan lindas, a diferencia de unas tetas.

El artículo hace breve mención a que ésta moda es percibida por algunos como positiva, me incluyo, por el hecho que promueve la aceptación hacia nuestros cuerpos, pero que en el fondo es sumamente peligrosa para las mujeres muy delgadas, por ejemplo.

No podemos evitar que existan modas o tendencias sobre los cuerpos, así ha sido durante décadas, sino siglos, en la historia. El problema no son los cuerpos de moda, el problema es que no nos enseñan desde pequeños a aceptarnos como somos, y nos dejan pensar que porque hay diez tipas en una pasarela que miden 1.70 metros y pesan 110 libras, eso es a lo que todas debemos aspirar.

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Por primera vez en mi vida siento que mi gran trasero es más valorado que las tetas gigantes, y aun cuando siempre he sido feliz con mis copas B, y orgullosa de tener nalgas y caderas de negra, no a todas las mujeres las crían para que se sientan felices con sus cuerpos.

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Jennifer López es probablemente la embajadora de la Era del Booty.

Obviamente estas nalgas perfectas que vemos en fotos o vídeos, son maquilladas, retocadas, y hasta pasadas por el quirófano o la estética, porque si bien tener un trasero firme y grande es posible, es casi imposible que no tenga aunque sea una estría mal puesta.

A mí me costó muy poco aceptar que el precio a pagar por tener un trasero grande eran cientos de estrías, y es probable que la única que las note tanto sea yo, porque puedo jurar que estas caderas y glúteos me crecieron en una sola noche. Mi genética, mi forma de alimentación y estilo de vida es lo único que va a determinar cómo me veo, y de esas tres, para bien o para mal, la que manda es la genética. No aceptar mis estrías o mi celulitis es no aceptarme a mí, y eso está prohibido en mi filosofía de vida.jennifer-lopez-bikini-white-pics-photos-02241206

Y no sólo las mujeres estamos expuesta a estándares de belleza irreales, los hombres también sufren, y ahora más que nunca son juzgados si no tienen un cuerpo de ‘crossfiter’. Deberíamos todos saber cosas como que tener o no un ‘six-pack’ perfecto va a depender en su mayoría de tus genes, y en menor cantidad de cuantos abdominales y dietas paleo hagas.

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Esperar la aprobación de la sociedad sobre cómo debo ser o cómo debo verme sería el fracaso más grande de mi vida.

Si pudiera darle un consejo a todos, sería que encuentren qué es lo que más les gusta ver en ustedes, lo admiren y lo exalten, porque al final, nos guste o no, éste mundo es visual, y si bien no deberíamos estar viéndonos tanto los rostros y los cuerpos, es lo que hacemos y no creo que pronto lo dejemos de hacer. No es fácil amar cada centímetro de ti, pero es una tarea que vale la pena ser llevada a cabo. Cuando te amas la gente lo nota, y sin darse cuenta ven tanto amor en ti que terminan amándote, u odiándote, que para los efectos es casi lo mismo.

Crisol de Razas

Ya, el simple hecho de que estén tratando de satanizar un programa que lleva por nombre una de las frases que describe a mi Panamá más bellamente me causa irritación.

Quisiera poder tomar a la ligera todo el odio que se está diseminando en forma de un supuesto orgullo nacional, y protección del ciudadano panameño, pero no puedo. La xenofobia, de todas las formas de discriminación, me parece que está de segunda entre las más asquerosas. Porque, qué mierda es pensar que un país nos hace mejor o peor humanos, de primera o segunda, o tercera categoría. Sí, hay gente que no merece ni el aire que respira gratuitamente, pero eso no tiene nada que ver si es de un país o el otro. Un imbécil será un imbécil así sea que haya nacido en Bali, o en París.

Obviamente necesitamos un mejor control de la inmigración, como cualquier país en este sistema de gobiernos y fronteras. Pero también necesitamos mejores ciudadanos panameños. No crean que esta ciudad es asquerosa gracias a los “extranjeros”. La cantidad de basura, malos olores, contaminación, en todas sus versiones, no es una cosa de ahora. Y ni qué hablar de la falta de valores cívicos. Ustedes no tienen idea lo feliz que me pongo cuando la mesera que me tocó en el restaurante es colombiana, o que el chico que me trajo la pizza es venezolano. Aquí nos quejamos mucho de todo, y que no está mal, porque yo soy de las que cree que siempre hay cosas que mejorar. Pero el problema no es quejarse, el problema es quejarse y no ofrecer soluciones.

Si no va a aportar mejor dedíquese a no joder a los demás.

Hay gente que cree que los extranjeros pobres que vienen a Panamá lo hacen muy felices. ¿Ustedes creen que ser extranjero es un privilegio?, yo no. Yo amo viajar, ser turista, quizás algún día viva por un par de años en otro país. Pero con todas las cosas que me disgustan de mi Panamá, es mi país, y aquí tengo libertades que en ningún sitio tendré. Y si hay algo que yo valoro es la libertad. La libertad de caminar sin miedo, la de poder escoger dónde trabajar, la de poder disfrutar de ver el mar, a veinte minutos desde donde me encuentre. La libertad de poder decir que el ex presidente es una mierda.

Que la mala forma en la que fue llevado el programa Crisol de Razas por el anterior gobierno no debe ser excusa para la eliminación del mismo. Legalizar el estatus de todos los inmigrantes es prioritario y vital en cualquier estado. Pueden cancelar el programa, eso no evitará que sigan entrando extranjeros.

Yo puedo tratar de entender que en cierta forma el panameño no se pueda poner en los zapatos de los foráneos que habitan mi terruño porque el panameño no es de emigrar, el panameño no ha tenido nunca que huir, o más bien no ha querido. Aquí somos algo, por decirlo de una forma bonita, tolerantes.

A este país le corre por la tierra la sangre de miles de extranjeros, que vinieron obligados o voluntariamente; indistintamente algunos se quedaron y lucharon por un mejor porvenir. Se establecieron y amaron mi tierra como suya. Desde que se formó éste istmo ha sido puente de ñeques gigantes y barcos monstruosos. Siempre hemos sido visitados, admirados y hasta envidiados. Mi país es una tierra linda, tan linda que mucha gente quiere vivir en ella, y eso me encanta.

Se supone que todos debemos tener derecho a una opinión, pero para mí, la libertad de opinión termina en donde empieza el discurso de odio. Dicho esto, cualquier campaña que intente, así sea muy disimuladamente, generar odio, será repudiada por mí. Y aunque quizás lo que yo escriba no tenga repercusiones, pues dentro de mí habré hecho catarsis, y de esa forma aún he ganado.

Señales

Yo no soy experta en relaciones, pero me han pasado ciertas cosas y he escuchado algunas otras, que me han dado suficiente material para hablar sobre algunos temas, hoy quise escribir sobre esas señales que muchas veces decidimos ignorar al inicio de una relación.

Les voy a contar una de mis pequeñas historias.

Hace algunos años, podrían ser ya seis, conocí a este tipo, súper interesante, “fotógrafo”, encantador y muy atento. En ese momento yo estaba muy ilusionada, nunca me había ido bien en el departamento de las relaciones, y cada vez que conocía a alguien nuevo me emocionaba muchísimo. Era de las que veía pajaritos preñados por todos lados.

Comenzamos a salir, y bueno, en esa época yo estaba terminando mi primera licenciatura, y tenía un trabajillo, si bien no ganaba millones, era suficiente para darme mis gustos. El tipo en cuestión, mayor que yo algunos años, no lograba mantenerse en un trabajo, y no tenía la mínima intención de terminar su carrera. Me tocó a mí correr con los gastos que surgieran en la relación. Por ejemplo, si el tipo iba a visitarme, cuando le tocaba irse yo tenía que darle plata para el taxi. Ah, y claro, este tipo de personajes usualmente tienen algún vicio, y por supuesto, para eso sí había, o conseguía, el dinero.

Nunca me invitó a cenar, nunca me invitó a pasar el fin de semana en algún lugar sin que yo no tuviera que pagar por los dos. Claro, en este punto yo ya debía haberlo dejado, pero como buen manipulador, todo lo malo que tenía lo compensaba siendo charming, y yo de idiota pensaba que algún día se pondría las pilas y empezaría a aportar algo más que su encanto a la relación.

Los meses iban pasando, y el susodicho no conseguía sino “camarones”, su actitud me empezó a incomodar, porque por si fuera poco, el tipo fue cambiando de Mr. Charming a Mr. Son of a Bitch (pardon my french).

En este punto yo ya me lo quería sacar de encima. Y tal vez muchos pensarán que es muy fácil dejar a un tipo así, y sí, puede que sí. Lo sería si el espécimen no se hubiese “convertido”, en un psicópata, que en una ocasión amenazó a un amigo con un cuchillo, “porque me estaba mirando mucho”.

Para resumirles el final de esta novela, cuando finalmente me armé de valor y lo logré sacar de mi vida, tuve que ir a una corregiduría a ponerle una orden de alejamiento, porque, no se cansó de llamarme, para amenazarme, además de hostigar a mi mamá y a una de mis mejores amigas.

Finalmente desistió, y gracias a Zeus que ya no sé nada de él, ni de su vida. Lastimosamente al salir de ahí, busqué desesperadamente protección, y terminé en Guatepeor, pero esa es harina para otra entrada.

Les he contado todo esto, porque muchas veces dejamos pasar las señales de que algo no anda bien con esa persona. Una simple cosa como, no pagar la cena porque “accidentalmente” dejó la billetera en casa, puede ser el inicio de una pesadilla.

Yo creo en la igualdad de derechos, léase bien, derechos, entre los seres humanos, pero hay ciertas cosas, por las que algunos me llamarán sexista, en tanto al tema de roles, que no me permiten dejar de ver al hombre como protector y proveedor, y es que es algo instintivo, nada tiene que ver con el hecho de que una mujer no pueda valerse por sí misma, tiene que ver con el hecho de que si dos personas deciden unir sus vidas por un periodo no determinado, cada una acepta un rol y lo desarrolla, en pos del otro. En mi caso, yo creo que el hombre debe proteger y la mujer cuidar del bienestar. Espero se entienda a qué me refiero.

No estoy de acuerdo con compartir los gastos cuando una relación está en una fase inicial, yo creo que el hombre debe cortejar, y si no tiene el dinero suficiente pues que busque un trabajo y ahorre para brindarle una cena decente a la mujer que pretende, y pues lo mismo en el caso de que haya que ir al push, porque no se trata de que “los dos van a gozar”, se trata de ser un hombre, y en buen panameño «pararse firme», para poder ofrecerle lo mejor a la mujer que usted dice amar. Porque si no puede pagar las dos horas de push, ¿cómo pretende comprar los pañales y la leche?  No es tampoco intercambiar cosas por sexo, es demostrar el interés que se tiene por tener el honor de caminar del brazo de esa mujer.

Existen muchos conceptos erróneos en tanto al tema de igualdad de la mujer y el hombre y al tema del feminismo. Yo no me considero ni igual a un hombre ni superior, como tampoco creo que ser feminista quiera decir que debo andar sin depilar o sin maquillar, sólo por guerrearme con el estándar de belleza y no seguir dictámenes socio-culturales ya establecidos. Una mujer puede ser independiente y a la vez dejarse conquistar. También puede invitar un día la cena o el cine, pero no que se vuelva algo rutinario.

De Libras de más y esas cosas…

Esto no le incumbe a nadie, pero de todas maneras lo quiero compartir.

En los últimos años mi peso siempre osciló entre las 125 y 130 libras, que ya las 130 eran sobrepeso para mis 1.55 mts. Pero en los años 2011 y 2012 llegué a alcanzar hasta las 135 libras, y eso señores se me notaba hasta en el ojo.

A finales del 2012 e inicios del 2013 decidí «ponerme las pilas», porque además de no gustarme la Francesca de las fotos o del espejo, me di cuenta que no me estaba haciendo más joven, a medida que pasaban los años.

Hoy, 5 de Julio, estoy pesando 124 libras, a 4 libras de «mi peso ideal». Estas libras las he bajado con ejercicio periódico (de 3 a 4 veces por semana) y una dieta balanceada, basada en porciones, no en restricciones. Bajé estas 8 libras (inicié con 132) en 4 meses. Nada de dietas locas, ni matándome de hambre. He comido alitas, hamburguesas, papitas fritas, helados, malteadas, etc., pero todo con cordura y sin abuso.

Esto no lo hago para alcanzar un cuerpo espectacular, lo hago por salud y por sentirme bien conmigo misma y tener más energías.

Me gusta que en Panamá, en los últimos años se esté viendo que la gente se preocupa más por su físico. Por llevar una vida activa y dejar el sedentarismo a un lado.

Hay muchas enfermedades que son causadas por el sobrepeso y no hay nada más lindo que estar en armonía con tu cuerpo, cagar como se debe (sin diarreas o estreñimiento), comer lo necesario y satisfacer uno que otro deseo de vez en cuando.

El comer bien y hacer ejercicios, inclusive, va más allá de lo físico. Tu mente y tu espíritu también se enriquecen.

Espero que este post anime aunque se a una persona a llevar un estilo de vida saludable. Hágalo por usted.

También ayuda tener un grupo de amigos que no lo saboteen, y que lo animen a seguir. Y que quizás también se encuentren buscando lo mismo que usted. Si algún amigo le dice: «no, no salgas a correr qué pereza», o «cómete esa vaina, ¡qué carajos!», pues debería replantearse si en realidad es su amigo. 

Espero que cuando leas esto te animes a empezar o a no desistir. 

Reflexión: Actitud Positiva

Me gusta pensar que una actitud positiva, además de mantener tu mente en buen estado, funciona también como repelente para personas negativas.

Siempre he pensado que las personas te tratan de igual forma como tú las tratas. Muchas veces tenemos frente a nosotros personas con una aparente mala actitud, pero si les sonríes tal vez te devuelvan esa sonrisa, y hasta podrías cambiarle el día.

En definitiva el mundo es nuestro gran espejo, lo que no nos gusta en los demás puede ser reflejo de algo que estamos proyectando y no nos gusta de nosotros mismos. Mi padre siempre me ha dicho que cuando me mire en el espejo piense en si me gustaría ser amiga de esa persona del otro lado, y así siempre seré la mejor versión de mí.

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Trabajos en Grupo y Convivencia Social

Seamos honestos, vivir en sociedad a veces es algo difícil, por no decir que mucho.

Escoger a tus vecinos, compañeros de clase o de trabajo no es una opción. Aquí es donde la fortuna juega su papel y se burla a diario de nosotros cuando nos envía aquel vecino que decide animar a toda la calle con su peculiar música, que para suerte tuya es la que menos soportas.

El idílico escenario de escoger de quiénes estaremos rodeados es casi tan provocativo que dan ganas de ponerse a fantasear con divinas fiestas o reuniones amenas, a sólo pasos de distancia. Ahora entiendo a esas comunas hippies de los 60s. Qué mejor que rodearte de tus pares para disfrutar a diario de tan deliciosa compañía.

En la universidad es casi como una tortura china que el profesor llegue un día diciendo que él escogerá con quién harás el trabajo final, o que les mande a enumerarse del uno al cinco y que la suerte decida por ti cuál será tu nota, que vale el 30% de la calificación total de la materia.

Como yo soy del tipo control freak y además de eso me gustan muchos las “A”, cada vez que me toca hacer trabajos en grupo, de esta forma, me auto denomino la coordinadora. Que no es más que la que termina trabajando doble o hasta triple, pero todo sea por la nota. No me quejo, al final termino satisfecha y un poco más ilustrada. No es fácil, pero hay que hacerlo.

Otro escenario súper desalentador es no encontrarte trabajando en un lugar en el que sientas que encajas. Han sido muy pocas las ocasiones en las que he sentido que encajo en un trabajo. Y es que además de ser yo muy peculiar para el común denominador, soy bastante exigente a la hora de entablar una amistad. Mucha gente va a un trabajo a hacerse de amigos. Mi padre me enseñó que uno va a su trabajo, precisamente a eso, a trabajar. Entonces eso me lleva muchas veces a verme como la outcast.

Y bueno, luego nos encontramos con los lugares en los que también hay que convivir con extraños. La sala de cine, los restaurantes, conciertos y otros eventos. Tomemos en cuenta que en Panamá hay un fenómeno al que no sé cómo llamarle, y es la proliferación de gente tipo maleducada, grosera y agresiva. Mucho tiene que ver con la salud emocional del panameño, pero no todo. Ser grosero y maleducado es cuestión de educación, no de ánimo. Hay gene que carece de sentido común y le vale madre incomodar al que tiene al lado.

Al final del día toca adaptarse y ser un poco tolerante, sin llegar a ser tratado como idiota. Saber cuándo tratas con un imbécil y no rebajarte a su nivel e intentar no sufrir alguna enfermedad cardiovascular producto del estrés que te pueda llegar a causar otros.

Si no puedes tener control de la situación al menos ten control de ti y lo que sientes. 

¿Hasta cuándo? por Agnes de González (Madre de profesión)

La Prensa – PÁGINA DEL LECTOR – Viernes 1 de Noviembre, 2012

Escribo como madre. No sé si usted es madre o si tiene la suya viva, pero como mujer que soy y que traje al mundo a dos seres humanos, necesito entender cómo el diario La Prensa le da espacio repetitivamente a un monstruo como Miguel Espino Perigault para que en sus páginas ultraje, desvirtúe, insulte y trate a todos los homosexuales como basura. ¿Hasta cuándo?

Uno de mis dos hijos es homosexual, vive exilado en Canadá, un país de primer mundo donde ser homosexual no te hace menos ser humano como aquí. Él es científico, un talento en investigación bacteriológica que como tantos otros talentos panameños en cultura y ciencia han huido de su tierra para evitarse insultos y el odio que destilan tantos como Espino Perigault. Mi hijo y su pareja tienen un niño adoptado y le aseguro [que] gana más dinero, vive mucho mejor y de lejos es más piadoso que este señor a quien me tengo que aguantar cada tres días en su periódico comparando a mi hijo con prostitutos, fornicadores, pedófilos y qué sé yo qué más. ¿Hasta cuándo?

Una cosa es plantear su odio y otra es insultar, otra es herir de gratis. Yo deseo muy respetuosamente que ustedes le expliquen a la ciudadanía cómo funciona el espacio para Opinión, pues a pesar de sus columnistas fijos, siempre hay espacio para él. Quisiera saber si él es columnista fijo de su periódico, si ustedes le pagan. En la página del lector, una publicación si y una no, está él despotricando todo su odio y destilando su veneno. Parece que reserva espacio con la defensora del lector por adelantado. ¿Nadie más escribe a la defensora? Me niego a pensar que ustedes lo utilizan para hacer más “entretenida” la sección. Ustedes son gente muy seria, ustedes entran a mi casa a diario, ustedes son parte de mi familia.

Sé que él tiene seguidores y ya averigüé quién lo protege. Personas como él, acomplejadas y frustradas con la vida que les tocó, nunca faltan, pero que un medio de comunicación como ustedes le dé espacio tan frecuentemente para escribir las barrabasadas que este señor escribe me preocupa.

Se atrevió a decir que Obama como es demócrata es el protector de la cultura de la muerte. ¿Nadie le recordó acaso que fue un republicano quien ordenó la invasión a Panamá que causó tantas muertes? En su pequeño mundo, basta con que alguien apoye a los homosexuales para que sea partidario del aborto, de la muerte, de la prostitución, del sexo desenfrenado, pues Espino Perigault se ha visto solo habla de sexo, de relaciones sexuales, de fornicación. Es un enfermo.

Pues yo le escribo para hablarle de amor. Yo amo a mi hijo. Amo a mi nieto y amo a la pareja de mi hijo. Su hermano lo ama. Los homosexuales no son árboles sin sombra. Todos tienen familia. Nuestra misión en esta vida es ser felices y mi hijo lo es. Quizás pudiera ser más feliz, si viviera en el país que lo vio nacer. Pero aparte de sus éxitos profesionales, tiene una persona a su lado que lo ama y está criando un niño que es la luz de sus ojos. ¿Es bueno o malo eso? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar… somos Dios acaso?

Le digo más: yo soy católica, apostólica y romana y no sé cómo la curia no lo ha reprendido por atreverse a hablar de la Iglesia como si él la representara. Los homosexuales merecen nuestro amor y nuestra aceptación porque también son hijos de Dios.

Una madre es capaz de lo que sea por un hijo. Y estoy segura de que más madres y padres alzarán su voz contra él y cualquiera que lo apoye en sus enfermas, poco cristianas y absurdas ideas. Al principio creí que era mejor ignorarlo; muchos me dijeron que nadie le hacía caso y era visto como un loco llamando la atención, pero ya basta.

Estoy dispuesta a escribir cada vez que él lo haga a ver si me dan el mismo espacio. A ver quién se cansa primero: un profesorcito jubilado sin oficio que se latiga por las noches pensando en la fornicación o una madre hastiada de que le insulten a su hijo.

 

AGNES DE GONZÁLEZ 
DE PROFESIÓN MADRE